Pasar la noche en una casa construida en la era Meiji en Taiki
Taiki es un hermoso pueblo con un maravilloso paisaje, hogar de gente amable y cariñosa. Aquí no se encontrarán lujosos restaurantes ni hoteles famosos, en cambio, podrá sumergirse en la vida sencilla y aprender lo poco se que necesita para ser feliz.
Había estado anteriormente un par de veces en Taiki, pero siempre en la zona costera durante el verano y, cada vez que venía, siempre me sorprendía la hermosa naturaleza.
En esta ocasión, Dani y yo planeamos pasar la noche en Taiki, donde hay unas 20 casas de huéspedes, y en cada una de ellas los visitantes pueden vivir diversas experiencias de minpaku(alquiler de residencias privadas). Elegimos pasar la noche en una casa construida durante la era Meiji.
Escrito por Isis Akemi Muto.
Antes de llegar a nuestro destino principal, hicimos una rápida parada en Ouchiyama Milk Village. Si no se conoce este lugar, ¡hay venir! Se crea o no, era la primera vez que veníamos. Realmente lamento no habernos detenido las muchas veces que pasamos por delante de la tienda. Recordaba haber visto este lugar siempre muy lleno de gente. Pero, ¿qué tiene de especial este lugar?
Las galletas y pasteles, entre otros muchos productos que venden, están elaborados con leche de Ouchiyama, una leche muy conocida y sabrosa de la prefectura de Mie. La fábrica de productos lácteos de Ouchiyama está a solo 1 km de la tienda.
Me intrigaba esta mantequilla. He oído que es deliciosa, así que tendré que probarla algún día.
Ouchiyama Milk Village
Instagram: https://www.instagram.com/mirukumura/
tel: 0598-72-2304
※El personal no habla inglés, por lo que en ocasiones no pueden atender muy bien el teléfono si no es en japonés.
Una vez que terminamos nuestros helados, era hora de dirigirse a nuestra casa de huéspedes.
Llegamos a la casa de huéspedes llamada Kominka Beppin. Kominka significa “casa antigua de estilo japonés”, y Beppin, bueno, ya explicaré el significado de esta palabra más adelante.
Otra confesión: durante los casi 23 años que llevo viviendo en Japón, nunca me había alojado en un hotel ni en una casa rural. Supongo que la razón probablemente sea que cuando viajábamos, o bien nos quedábamos en casa de un pariente o de un amigo, o simplemente hacíamos excursiones de un día, sin pasar nunca la noche, así que esta noche iba a ser especial para nosotros.
Allí estaba, a la entrada de esta increíble casa bien conservada de 130 años de antigüedad, el simpático letrero de Kominka Beppin.
Nos recibieron la Sra. Kato y la Sra. Yoshida, las señoras que atienden la casa de huéspedes. Qué amables y encantadoras eran. Nos dieron una rápida vuelta por la casa.
Tenía muchas preguntas sobre la casa y la Sra. Kato y la Sra. Yoshida fueron muy amables respondiendo a todas mis preguntas.
La casa pertenece a la Sra. Kato, quien nos contó que había comprado la casa hacía 10 años porque quería un lugar donde poder relajarse y pasar las vacaciones, pero que hacía un año, junto con su buena amiga, la Sra. Yoshida, decidieron montar un kominka. No han tenido muchos huéspedes desde sus recientes inicios, pero les hace mucha ilusión tener invitados en su encantadora casa. Creo que éramos los primeros extranjeros alojados en la casa.
Y, con esa curiosidad, nos impartieron una rápida lección de historia. Nos contaron que esta zona con un tradicional hogar japonés hundido se llamaba irori y que la palanca con forma de pez formaba parte de un jizaikagi, un gancho consistente en una varilla de hierro colocada dentro de una vara de bambú sujeta al techo. Una mesa irori suele ser cuadrada, pero lo que diferenciaba a esta de las demás era que tenía un agujero alrededor del hogar hundido para que la gente pudiera sentarse al estilo occidental. Pero si querían hacerlo al estilo tradicional japonés, podían cubrir todo el agujero con piezas de madera hechas exactamente para eso. Increíble, ¿no?
Mientras esperábamos a que se cocinara el arroz, nos contaron la historia de una familia que se había alojado allí. Tenían niños pequeños, que se emocionaron tanto soplando y metiendo trozos de leña en el agujero para ver cómo ardía que terminaron quemando el arroz. Fue un poco trágico, pero también un divertido recuerdo para ellos.